Lo mejor es no necesitar divorciarse, pero de ser necesario, es mejor pedir el divorcio desde el momento en el que se tenga claro que se quiere dar el complicado paso de divorciarse.
Mantener una relación que realmente está rota y esperar que nuestro cónyuge se atreva a pedirnos el divorcio es una actitud cruel y cobarde. Cada caso será muy diferente, pero no será mejor o peor que te pidan o pedir el divorcio. Lo que es malo es necesitar divorciarse y no transmitirse y solicitarlo al otro miembro del matrimonio.
En todo divorcio se mezclan cuestiones sentimentales e intereses de todo tipo, por lo que habrá que ser consciente de todos y cada uno de los factores que inciden en la decisión. El hecho de pedir o que nos pidan el divorcio en si mismo no tiene un valor relevante.
Cuando se pone encima de la mesa la decisión de divorciarse no suele ser algo sorpresivo, sino que suele existir un periodo de tiempo de deterioro de la relación en la que los esposos saben o cuanto menos pueden esperar que existe un malestar que puede acabar en divorcio.
No hay culpables ni responsables, pues el divorcio es una mera decisión y derecho.
Judicialmente no existe diferencia, pues en el proceso de mutuo acuerdo no se suele marcar la diferencia de si uno de los esposos pide el divorcio al otro, o no. A no ser que se inste un proceso de divorcio a instancia de uno delos esposos con el consentimiento del otro (cuestión infrecuente y que jurídicamente no tiene un efecto relevante.
En un proceso de divorcio contencioso, será importante a efectos procesales, pero en el efecto de la declaración del divorcio en si misma, será completamente irrelevante.
En el plano emocional, tal vez pedir el divorcio pueda percibirse como algo difícil, pero si es necesario, a medio y largo plazo pedir el divorcio en el momento en el que es necesario nos evitará mantener un periodo de relación insatisfactoria en la que la relación se puede deteriorar y acaban en malestar, mala convivencia o conflictos.
